La semilla es el símbolo del crecimiento de la vida en todas sus posibilidades. Es la base, el principio, el comienzo.
Contiene en si misma toda la información en si misma para crecer y transformarse en un árbol, solamente tiene que germinar. Es pura potencia.
Tiene que estar en la tierra…tal vez en la oscuridad de ella, y animarse a brotar.
En principio, en si misma la semilla es dura y pequeña, pero el brote es vulnerable y se tendrá que exponer a las primeras lluvias, a las primeras críticas y atravesar el proceso de la germinación y crecimiento.
Tiene que permitirse romper la cáscara y emerger a la luz, poder sentirse acogida por la tierra que la nutre y avanzar desde lo profundo hasta brotar, abrirse paso al mundo, crecer y florecer, para volver a cerrar el ciclo con la creación de nuevas semillas y nuevos proyectos.
Posee una enorme capacidad de transformación de poder de cambio, y de lograr el éxito pleno en ese cambio. Puede generar cualquier proyecto o idea siempre y cuando se anime a germinar, mancándose en la oscuridad al comienzo para salir de la tierra expuesta a los fríos, lluvias o heladas. Traspasando estos momentos se convertirá en una hermosa flor o árbol.
Este sello también nos da la característica de poder autoabastecernos a nosotros mismos sin esperar que los otros vengan a auxiliarnos. Debemos buscar adentro de nosotros mismos todo lo que necesitamos y no en el exterior, las claves para nuestro sustento y así desarrollarnos y florecer a través de un proceso interno de transformación.